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Los que nos dedicamos a la agricultura y la ganadería sabemos bien que nuestra actividad requiere tiempo, reposo, paciencia y una buena dosis de esperanza para que no se tuerzan las cosas.
De poco sirven las prisas y la ansiedad desde que sembramos hasta que recogemos, desde que plantamos un árbol hasta que, años después, obtenemos los primeros frutos; desde que nacen nuestros animales hasta que los vemos crecer y producir. Hace falta tiempo y horizonte. Y amplitud de miras. Trabajar en el presente pensando en el futuro.
Valga esta reflexión para trasladarla al momento que estamos viviendo en la última fase de las negociaciones europeas para la nueva PAC, que entrará en vigor en 2023. Un momento actual que, a su vez, es el paso previo a las negociaciones que se abrirán en los próximos meses para fijar el modelo de aplicación en España del Plan Estratégico Nacional.
Estamos en un momento decisivo porque, aludiendo de nuevo a la necesidad de tiempo pausado y con perspectiva que exige la agricultura, nos estamos jugando el modelo de progreso y modernización del campo español durante las próximas décadas.
La Política Agraria Común, como su propio nombre indica, es una política y muy relevante, mucho más allá del equilibrio presupuestario en el reparto entre tanto recibo, tanto tengo y tanto redistribuyo.
La reforma que entrará en vigor en 2023 abre un amplio abanico de posibilidades a cada Estado miembro para hacer política, sobre la base común de la PAC. Y ahí es donde esperamos que el Gobierno español esté a la altura de las circunstancias, abriendo puertas al campo con criterios de justicia social.
La agricultura familiar, que representa UPA, exige firmeza en la redistribución de las ayudas y el establecimiento de techos máximos. Sólo así podremos acabar, de una vez por todas, con el despropósito arrastrado por la PAC durante décadas de destinar la mayor parte de sus fondos a las grandes explotaciones.
Además, los cambios que hay que acordar en España en la definición de las regiones y los derechos históricos deben ser, con criterios políticos, la oportunidad definitiva para cambiar de modelo y facilitar la incorporación de nuevos agricultores y ganaderos con derecho a ayudas de la PAC.
Al igual que sucede con el sistema que se acuerde para aplicar una de las herramientas novedosas de la PAC, bajo el concepto de ecoesquemas. Un objetivo razonable pero cuya eficacia va a depender de garantizar un equilibrio total entre la realidad productiva y las mejoras en la lucha contra el cambio climático.
Estamos, en definitiva, a las puertas de un cambio importante que, como todos, genera expectación e incertidumbre. Nuestra responsabilidad, que asumimos y vamos a ejercer, será estar muy atentos para que cada movimiento, cada decisión no se aleje del objetivo fundamental: asegurar que la nueva PAC se aplique con criterios de justicia social.
Editorial del número 283 de La Tierra del Agricultor y Ganadero.